martes, 2 de mayo de 2017

TFG - El demonio en el arte.


El año pasado elaboré mi trabajo de fin de grado, en el cual investigué sobre la figura del diablo, mi principal intriga. En él hablo sobre su origen, significado, representación y mi interpretación a partir de estas bases. Contiene varias obras mías muy significativas en este ámbito, así como una buena dosis de subjetividad que espero cautive al lector.



Podéis descargarlo en la siguiente URL
https://www.dropbox.com/s/nr9h33j9nq86agv/Jim%C3%A9nez%20P%C3%A9rez%20Elena%20TFG.pdf?dl=0

El camino de la tinta

Hace un año y medio tuve la suerte de recibir la propuesta de ilustrar un libro escrito por tres jóvenes autores de mi ciudad. Tras este tiempo, al fin lo hemos visto publicado por la editorial Seleer. Es un librito corto de relatos, que invita al lector a participar en los juegos que propone cada parte. Os dejo la portada y el vídeo de la presentación que hicimos en la Biblioteca Central de Córdoba, así como algunas de las ilustraciones que realicé para el libro.
https://www.youtube.com/watch?v=3DeFWc5OCI0





El Cambio

Mi último relato escrito, tras años de parcial sequía temporal y literaria. Es el resultado, la representación metafórica de uno de los asuntos que más me rondan la cabeza y que más admira el ser humano: la fortaleza de espíritu. Tras terminarlo, me percaté de que se parecía un poco a ''La metamorfosis'', y en el fondo viene a hablar de algo cercano... pero distinto a la par.


El cambio


En este caso que voy a narrar, no fue fácil volverse fuerte.

Volverse un monstruo no es simplemente un arranque de odio.
Volverse fuerte no es tan fácil como un golpe de valor o coraje.

Implica un desagradable proceso, cuyo motor es una necesidad. Y cuando asoma esa necesidad, es porque estás destrozado, desgarrado, arrinconado, desesperado. Como queráis llamarlo.
Al fin y al cabo, muchos no lo entenderéis, y solo asociaréis significados estándares a sentimientos tan subjetivos, tan propios que sólo existen en cada corazón roto, imposibles de generalizar.

Ser fuerte tiene mérito, y consecuencias. No es un regalo, si no uno de los posibles resultados de un camino tortuoso; tampoco es un residuo del que te deshaces y al que no vuelves a ver.
La fuerza, el poder, son como un bumerán: vuelven, y vuelven en la dirección contraria a la que despegaron.


En este caso que voy a narrar, no fue fácil volverse fuerte.

La transformación no fue instantánea; la masa no se creó de la nada; no fueron posibles los cambios sin notoriedad. Fue real, como es, como debería ser. Fue serio, y cada alteración tuvo un impulso y un efecto.

Lo primero fue el combustible.
Devoraba y consumía, y nunca se apagaba el hambre, ni disfrutaba las horribles ingestas. Fue acumulando esa masa en cantidades ingentes; armándose, sin saberlo, de materia necesaria para su edificación posterior.

Entonces llegó el día en que los engranajes se pusieron en marcha, y la mecha se prendió.
Siempre le había dolido la espalda, pero ese dolor quedó reducido a un ensayo cuando otro mucho peor la despertó ese día.
A pesar de que el epicentro eran los omóplatos, abarcaba toda la caja torácica y la columna vertebral. Cada respiración era un horror.
El dolor la saludó cada madrugada durante un tiempo, hasta que un día la azotó.
Se arrastró, gritando, hasta el espejo, y vio en su reflejo su rostro cruelmente fruncido por el dolor. Y también vio dos jorobas del tamaño de sandías justo de donde procedía su sufrimiento. La exasperación la invadió durante unos minutos, en los que pensó cómo sería el siguiente periodo aguantando aquello, y cómo sería la horrible evolución.
El acontecimiento posterior interrumpió sus pensamientos y arregló, sarcásticamente, ese problema: los bultos, lejos de permanecer así y dar otro paso después de un tiempo, comenzaron a crecer de manera aterradora. Y de esta misma forma, la carne y la piel se dieron por vencidas, y lloraron. Lloraron cascadas de sangre mientras eran perforadas, mientras parían dos monstruosas ramas óseas que crecían como aceleradas en el espacio-tiempo, bifurcándose y alargándose hasta parecer el esqueleto de una capa, posadas y retorcidas sobre el suelo encharcado.
El dolor y el miedo parecieron hacer más ruido que sus gritos, porque no los recordaba.
Ni si quiera se explica cómo consiguió desplazarse y llegar a la cama, donde pasó mucho tiempo, sin poder moverse.
Cuando pudo hacerlo mínimamente, se limitó a limpiar las bestiales heridas, que se habían infectado sin remedio. Que consiguiese curarlas fue una demostración de fortaleza de la que no se percató, ocupada como estuvo en ser esclava del horror y en cuidar la situación.
Durante el tiempo que tardó en desinfectar las heridas, sus tercer par de extremidades se revistió de músculo y piel, y siguió alimentándose con voracidad, para que de las nuevas reservas se formasen la musculatura y huesos necesarios para utilizar aquella nueva adquisición anatómica.

El día en que consiguió levantarse de la cama, sólo lo hizo para volver a caer en el suelo, dado que el peso de las alas la desequilibró por completo, aún teniéndolo en cuenta. Sin embargo, pocos apoyos eran útiles con la adición súbita de veinticuatro kilos al total de su cuerpo, doce por cada ala.
No gozó de un periodo de adaptación como hubiese sido debido, ya que, cuando a penas aprendió a encorvarse y extender hacia adelante los brazos lo suficiente como para poder caminar angustiosamente, sus pies fueron los siguientes en traicionarla.
En uno de estos intentos de andar, un calambrazo de dolor la hizo caer, y se retorció mientras observaba, esta vez ligeramente menos sorprendida que la anterior, cómo sus metatarsos se estiraban hasta triplicar su longitud original, haciendo que sus uñas se despegasen costosa y terriblemente de los dedos y estos fuesen perforados por sus propias falanges hacia adelante. Cuando ya no parecía que los metatarsianos fuesen a crecer más, lo hicieron las descarnadas falanges, que se ensancharon hasta que el dolor de la presión entre unas y otras fue inenarrable, y formaron un gran óvalo partido en cinco.

Las horas, días, meses siguientes compitieron en dificultad con los que habían pasado después del nacimiento de las alas.
Las deformidades que antes habían sido dedos de los pies, se envolvieron en una rígida y apestosa gelatina, y supuraban y sangraban todo el tiempo, a pesar de sus cuidados constantes.

Mientras duró aquel horror, su carácter cambió, y cuando las blandas y rollizas larvas acudían llamadas por el lamentable estado de sus pies, disfrutaba haciéndolas reventar con ellos lentamente.
Sí, era un alivio cruel y maravilloso el aplastar aquellos gusanos repugnantes y patéticos, destruir sus esperanzas de alimento y supervivencia en unos segundos. Les concedía este tiempo para despedirse de la vida en su agonía, para que borrasen cualquier perspectiva antes de reducirlas a un amasijo viscoso.
Ya no la invadía el miedo, sólo sentía el necesario,y prefería llamarlo precaución, pues el odio se había hecho con el resto de ella.
Nadie parecía tener soluciones, palabras amables, empatía ni intención de ayudar, pero había algo que sí tenía todo el mundo: reproches de lo que veían, como si no fuese ya bastante evidente.
Una vez que la sustancia que envolvía los dedos se endureció y afirmó, completó la forma antes insinuada de dos pezuñas del tamaño de medio pomelo.

Tardó en habituarse a este nuevo escollo para desplazarse, ya que se asemejaba a andar con tacones, pero superándolos en molestia y desequilibrio Al menos, el peso adquirido de las macizas pezuñas contrarrestaba algo la inestabilidad. Eso sumado a las pesadas alas convertían sus paseos en cómicos bailes.
Aprendió a reírse de la situación, y esto sustituyó al odio en una pequeña porción. Ya no se pasaba el día sumida en la rabia, pero sí eran esta y la alerta el esqueleto de su actitud, y ese “buen humor” algo tenso y crítico, el revestimiento de esa gestación interna, de la muerte de su inocencia. De las cenizas de ésta surgió esa manera de enfrentar el acoso de los pensamientos y los acontecimientos feroces: un nuevo modo de supervivencia.

Pasó otro periodo de tiempo, en el que se acomodó tanto a su nueva anatomía que no se explicaba cómo pudo haber llevado su día a día antes de aquello. Los recuerdos de la cotidianidad feliz y natural se borraron, y fueron sustituidos por los del esfuerzo constante por no derrumbarse.
Como si todo hubiese sido así siempre y no hubiera conocido las ventajas de la normalidad jamás.

Llevando como armadura las consecuencias de su sufrimiento, creyó no necesitar nada más, e intentó hacer de su falta de calor un arma . Mas después de una época algo dubitativa, entendió que algo fallaba, pero no llegó a percibir qué era. Ignoró entonces esa sensación, y prosiguió sus días, dispuesta a pasar por un nuevo suplicio que la transformase.
Y éste llegó, pero estaba preparada.
Comenzó con fuertes dolores en el cuello y la cabeza. Las vértebras cervicales se le endurecieron y ensancharon, de la misma manera que los músculos que las cubrían.
Por encima de las orejas, el cráneo empezó a desarrollar sus extensiones hacia adelante, revelando parte de sí al a desprenderse la piel y el cabello por donde se abrieron paso dos largos y curvos cuernos. Pensó lo lamentable de su aspecto hasta que la carne y el cabello volviesen a poblar el estropicio, y se retiró la sangre que corría por sus orejas, su cuello y su cara y que empapaba el resto del pelo.

Cuando estas últimas úlceras se cerraron y el pelo borró el rastro de su suceso, las vértebras terminaron de prepararse para soportar el peso de los cuernos, que le sirvió para compensar del todo el de las alas.
Pocas opciones le restaban ahora para dormir de manera normal, pues las alas rara vez se le acomodaban para dormir boca arriba, desplegadas: una chocaba con la pared y se doblaba, y la otra quedaba medio colgando de la cama, tirando hacia abajo, lo que por la mañana se convertía en calambres. Por otro lado, los cuernos no ayudaban a dormir boca abajo o de lado. También había noches en que ellos y el sueño no eran compatibles.

Una de las noches en que su fantástico nuevo cuerpo no le permitió descansar, despertó con los ojos irritados. Cuando llegó a ellos la luz, la desveló. La desveló durante unos días de insoportable claridad. Cuando al fin recuperó la vista, observó que sus iris eran blancos, y sus pupilas se negaban a recoger más brillo del necesario, y desde entonces le afectó mucho la luz en general, sobre todo la natural.
Se volvió una adepta de la noche y lo llevó como estandarte, mas en secreto se lamentaba con envidia de que el día no la amparase.

Ahora que el día la repudiaba, (o ella a él, no se sabe) buscó abrigo sólo en la negrura, en la más honda, con atisbos de dolor por ello, pero luchando a cada instante por no aceptarlo.
Sin saber qué hacer hasta nuevo aviso, decidió jugar bien las cartas que la vida le había dado en aquel momento, y supo que era aterradoramente atrayente, y que eso no le serviría en absluto realmente. Que nadie podría apreciar nada, para bien ni para mal, debajo de aquella criatura en que se había convertido.


Pero tarde o temprano, el día volvería a darle permiso para deambular por sus senderos, y retiraría ese destierro temporal, claro está, con ciertos efectos. La repentina luz, insoportable tras ese largo período en las tinieblas, le borró el color del cabello, y le devolvió algo de oscuridad a sus ojos para que aguantasen la nueva era de variable brillo que se abría ante ella.
Relajó las alas todo lo que pudo desde ese día, y las mantuvo plegadas.
Se esforzó en volver a una normalidad ínfima en su nuevo estado, pero las cicatrices de ese lapso temporal de pesadilla siguieron latiendo, con más o menos insistencia, según sus sentimientos.

Ella era algo exótico y hermoso, era un compendio de experiencias extrañas y malos recuerdos.
Era un grito que se ahogaba a sí mismo, clamando por que le arrebatasen la fuerza, y con ella todo el horror que la había generado. Quería no poder describirse fuerte, ya que significaría que nada había perturbado su amor por la vida, astillando muchos conceptos que en otra época tuvo claros.

Y ahora bien. ¿Qué gloria hubo en esa obtención de poder? Fue un proceso horrendo, lleno de amargura. Vamos, os desafío a contestar, pero tengo que poneros algunas condiciones: no se aceptan tópicos, idealismos ni sandeces alucinatorias.

lunes, 1 de mayo de 2017

Serie Continentes

Hace un año y medio empecé esta serie: metáforas visuales de los continentes con una simbología universal y una intepretación muy personal. La falta de tiempo académica me imposibilitó finalizar este proyecto, que no quedará completo hasta que realice las dos piezas que le faltan: Oceanía y Asia.





Lace Animals - Animales de Encaje

Llevo años tratando de imitar al encaje en mis dibujos, con la línea como aliada por supuesto. Con la oportunidad de exponerla en el Mercado Victoria de Córdoba, realicé esta serie de 13 ilustraciones dedicada a los animales y el encaje, una combinación que se me antojó muy atractiva